El corazón no cabía en aquella cosa: decía avión contra las mejores cabezas. Adiós fresas y manzanas del mercado. Y luego, Irene, vio oportuna la caja de madera. Metió los restos del árbol: hablamos de agua, del crujido de las astillas, del Fantasma hablamos. Los centavos en el bolsillo son de azúcar. Te hablo del minuto de cuando se hizo un ploc! interno en mi oído. Calla, cállate, permite escuchar el resuello del reloj.